LAS HIJAS DE ERIS

Año de composición: 2007

Obra encargada por el  Certamen Internacional de Bandas “Vila d’Altea”

Duración: 23′ aprox 
Dificultad: 6
Instrumentación: Violonchelo, dos percusionistas, arpa, piano y doble banda sinfónica
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Movimientos
I. Anfilogías (la disputa)
II. Pseudea (la mentira)
III. Macas (la batalla)
IV. Algea (lamento final)

Estreno
2 de Diciembre de 2007. Certamen Internacional de Bandas Vila d’Altea. Sección Sinfónica.
Banda Sinfónica del CIM La Armónica de Buñol. Frank De Vuyst, director
Banda Sinfónica de La Lira Ampostina. Octavi Ruiz, director

 

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La música de Las Hijas de Eris no pretende ser bella. Tampoco quiere entretener ni divertir pero sí, en cierta manera, hacernos reflexionar. Evidentemente nadie cuestiona que es necesario trabajar para la paz y la concordia pero parece que esto es siempre cosa de otros: cuando las bombas caen en Iraq o son otros los que naufragan junto a su sueño antes de llegar a nuestras costas entonces, simplemente, miramos hacia otro lado. Nuestra sociedad hipócrita, yo el primero, ha creado una burbuja de bienestar en la que nos convertimos en espectadores ajenos de este espectáculo que es el mundo y que llega a nosotros por una ventanilla indiscreta: Desgraciadamente los muertos de cada telediario cada vez nos incomodan menos. Hemos aprendido a convivir, en cierta medida, con el horror y la barbarie día a día pero, eso sí, cuando no nos toca de cerca. Por eso de vez en cuando, aunque sea con esfuerzo y desagrado hay que refrescar la memoria. Quizá algún día, o probablemente no, el mundo vivirá en paz y armonía pero hasta ese momento el mejor antídoto que se me ocurre es destapar el tarro de las miserias humanas sin tapujos y ver si así, al vernos reflejados, nos sentimos heridos y despertamos esa porción escondida de humanidad que aún llevamos dentro. Con este propósito nace Las Hijas de Eris.

El planteamiento musical de la obra está representado por tres elementos principales: Dos conjuntos enfrentados, en nuestro caso dos bandas que representan la disparidad de ideas, la controversia, el conflicto y la violencia que emana de él. Por otra parte un violonchelo solista que representa al ser humano, al individuo que sufre, esté en el lado que esté, por la acción destructiva de los grupos.  

En la mitología griega Eris es la diosa de la discordia, llamándose así en la mitología romana, Discordia. Su opuesta en la mitología griega era Harmonía y en la romana, Concordia. Eris, según Hesiodo, tuvo numerosos descendientes. Se trataba de espíritus demoníacos (daimomes) que representaban algunas de las lacras más lamentables de la condición humana:  

“Por su parte la maldita Eris (Discordia) parió a la dolorosa Ponos (Pena), a
Lete (Olvido) y a Limos (Hambre) y a la llorosa Algea (Dolor), también a las
Hisminas (Peleas), las Macas (Batallas), las Fonos (Matanzas), las
Androctasias (Masacres), los Odios (Neikea), las Mentiras (Pseudea),
las Anfilogías (Disputas), a Disnomia (el Desorden) y a Ate (la Ruina), todos ellos
compañeros inseparables, y a Horcos (Juramento), el que más problemas causa
a los hombres de la tierra cada vez que alguno perjura voluntariamente”     

(Hesiodo, Teogonía)

Hay que insistir que el recurso mitológico es sólo un pretexto para darle una forma metafórica a la obra. Lo realmente importante, evidentemente, es el contenido. Las Hijas de Eris recurre a la mitología para disfrazar poéticamente una realidad mucho más cruda. De todas las hijas de Eris he escogido cuatro que son las que dan nombre a cada uno de los movimientos de la obra:

I. Anfilogías (la disputa) (Para dos bandas)

El primer movimiento representa la disputa producida por la disparidad de ideas, cuando las diferencias y el debate se convierten en enfrentamiento por que una o las dos partes no asumen la opinión del otro. Para ello entran en juego por primera vez las dos bandas como grupos diferentes y al final totalmente enfrentados. Además en este movimiento aparece por primera vez el cello solista que, como ser humano individual se lamenta por el enfrentamiento y sufre porque poco, o nada, puede hacer por evitarlo.

II. Pseudea (la mentira) (Dos bandas al unísono con doble coro de metales)

Pseudea describe la mentira, denuncia la manipulación de la verdad con el fin de llevarnos irremediablemente hacia la destrucción. Este movimiento, de clara estructura ternaria (lento‐rápido‐lento) comienza con una melodía misteriosa e inquietante que se transforma imprevisiblemente en un swing en el que el carácter trivial pero a la vez embaucador intenta describir como los poderosos, los que llevan las riendas del mundo, son capaces de adulterar la realidad a su antojo con el fin de llevarnos a donde quieren sin importarles lo más mínimo y, lo más importante de todo, sin perder nunca la sonrisa.

III. Macas (la batalla) (Para dos bandas)

Es el movimiento de máximo enfrentamiento y violencia entre las dos bandas. En ocasiones, de manera deliberada, cada una de ellas interpreta pasajes totalmente diferentes a la otra creando un galimatías sonoro que representa la brutalidad y la sinrazón de la guerra. Esta polarización de los dos grupos se hace cada vez más patente hasta un estruendo final que simboliza la destrucción total. El movimiento transmite la idea final que en cualquier batalla no existen vencedores y sí un único derrotado: el ser humano.  

IV. Algea (lamento final) (Para cello, arpa, piano y vibráfono)

Después de la destrucción y tras un breve silencio vuelve a aparecer el cello solista, que había estado callado en los dos movimientos anteriores. Tras una dolorosa melodía a solo se unen a él arpa, piano y vibráfono, instrumentos que conforman el pequeño ensemble que divide en el escenario las dos bandas. La obra acaba con una sonoridad tenue y paradójicamente con una acorde mayor que sugiere sensaciones contradictorias.   Las dos bandas durante el cuarto tiempo no tocan, recuerden que habían sido destruidas en la batalla. Ya ven, cosas que tiene la guerra.